Pandemia y formación de la sociedad represora. Manual de resistencia democrática

Redacción Escuela Hoy

Coronavirus 2019-nCoV

 Sobre el debate de nuestros días acerca del desconfinamiento o fin de la cuarentena asistimos a una pugna de primer orden. Se trata de si se prioriza la salud y seguridad de la población o las necesidades de las élites empresariales y las patronales, que  colocan la economía y el beneficio en el primer nivel.  Si se prioriza la salud y la seguridad de la población, lógico parece atenerse a los criterios médicos y científicos y esperar a que las personas curadas sean el grueso del total de las infectadas, a que la tasa de contagio se paralice y las muertes pasen a detenerse.  Sin embargo el sector “neocon” y la extrema derecha tratan de imponer la misma lógica de Trump o Bolsonaro, en la que también menos abruptamente están Macron, Merkel, Rutte, Van der Bellen, Ayuso y Mañueco, por poner ejemplos cercanos. En resumidas cuentas, las prisas de la derecha junto con las patronales para la apertura la economía y el turismo, obedecen a la urgencia que tienen por garantizar los beneficios del capitalismo, aunque eso cueste vidas y mayores desigualdades. El impulso de una renta básica no les interesa. De momento van ganando la batalla del lenguaje y en nuestro país no parece que los sectores conservadores vayan a apoyar la cuarentena mucho más allá del 9 de mayo, incluso puede que se apunten a las campañas de la extrema derecha (Vox) contra el confinamiento como estrategia de desgaste.

Estaba toda la gente tan tranquila y de repente sin esperarlo, o mejor si sin haberse preparado bien, pese a las advertencias de que la globalización y el modelo depredador capitalista, podía traer  ésta y otras pandemias, llegó a nuestra sociedad el desconocido SARS-CoV-2, conocido como COVID-19. Algo más que una pandemia, que ha desatado respuestas de las sociedades  humanas; la primera y más evidente la congelación de nuestro distintivo como ser social, con los confinamientos y restricciones de comportamiento comunitario; la segunda la restricción de la libertad de movimiento y reunión presencial con la aprobación de un estado de alarma y emergencia, inédito en nuestra democracia por su duración y en otras similares por su aplicación. La tercera más refinada y sutil, el control tecnológico que ya se daba con interés comercial con las denominadas cookies de los dispositivos móviles, pero en este caso, control digital de los movimientos sociales de la población con geolocalización que es posible hacer esté activado o no el dispositivo. Un tic represor que ya denunciamos en la Confederación Intersindical  con motivo de la aprobación de la Ley Mordaza digital el 5 de noviembre de 2019.

La formación de una sociedad represora es muy una constante en las sociedades occidentales desde la Edad Media hasta el siglo XX,  ligada al imaginario de enemigos y disidentes que vienen a poner en jaque el orden establecido. El tratamiento bélico que se está haciendo de la pandemia no solo refuerza el germen presente de sociedad represora, sino los discursos autoritarios que pretenden ligar la contención de  una pandemia global a la rebaja de libertades democráticas. No solo viene reforzado por la mitificación del Estado Chino. Un Estado que con sus medidas restrictivas y de férreo control parece haber controlado, dentro del discurso oficial, la enfermedad, facilitando partes y cifras cada vez menos creíbles y alineados en la propaganda de un sistema donde no hay libertad de prensa y tampoco sistema democrático que lo respalde.  También viene reforzado por un germen propio muy nuestro, desde de la supuesta “unidad nacional indivisible” que destapó  banderas en balcones y representatividad parlamentaria del fascismo, hasta cánticos bélico futboleros – “ A por ellos”-, o la “gestapo de balcones de cuarentena” que jalea algunas de las intervenciones policiales  con no poco exceso de celo y recriminaciones vecinales contra personas que por necesidad excepcional pisan la calle.  Comportamientos de quienes han optado por tomar el papel de justicieros y de señalar en la redes sociales a aquellos que, por los motivos que sean, no hacen lo que otros pretenden, como el voluntario aplauso de las 20 horas acompañado de sirenas de vehículos oficiales. Seguro que es la expresión también de aquel vecino que a las 19:58, previo al aplauso a la sanidad,  riega al vecindario a 120 db con el himno nacional, al que le sigue la copla de Manolo Escobar -”Que viva…..- y otras coplas similares de los 70. Convertir un reconocimiento social en una plataforma de propaganda con otras intenciones.

Cierto es que el estado de alarma, recurso excepcional, ya usado en conflictos laborales como en 2010, y ahora en marzo de 2020 con ocasión de una crisis sanitaria, son recursos muy excepcionales y todos vienen a restringir las libertades básicas de movimiento, de reunión y encuentro social. Pero el peligro evidente de una deriva autoritaria está presente, también que se agite su amenaza para aceptar medidas de desigualdad. Una vez iniciado el recorte de libertades, con la Ley mordaza no derogada, y las restricciones de movimiento social, no es difícil perder la perspectiva.¿Seremos capaces de combinar la emergencia sanitaria con la democracia? Es la gran incógnita que debemos resolver en Europa. China está intentando probar mediante propaganda, que su modelo autoritario lo hace mejor, al igual que Rusia y salvando las distancias Estados Unidos. Estos referentes son un peligro porque ante el miedo y la alarma social, la gente compra con facilidad esos discursos. Ejemplos tenemos en la historia muy reciente, ahí al lado está la II Guerra Mundial. La historia no se repite del mismo modo, pero los mecanismos de cómo la sociedades responden a las amenazas, ya sean económicas o enfermedades son siempre similares y no debemos olvidarlo. Frente al miedo, la incertidumbre y el estrés de una situación límite reaccionamos de forma parecida. La cultura de libertad democrática es algo que hay que renovar y alimentar. Siempre es necesario tomar el rumbo de las libertades democráticas. Es aterrador como la gente renuncia a las libertades con una aceptación casi plena en cuanto el shock del miedo nos amenaza. El miedo explotado hasta las últimas consecuencias es precisamente lo que alimentó  como gasolina al fuego, los regímenes fascistas del siglo XX, incluido el franquismo.

El control social del capitalismo tecnológico global de hoy se basa en la precariedad individual y social de ayer,  desde lo material hasta la económico y sanitario. Cuando su dinámica de crecimiento y expolio se ve amenazada es inmediato el mecanismo de violencia social que mantiene la desigualdad. Un ejemplo de ello es la cuarentena o confinamiento por decreto como solución mágica per se. No es lo mismo unas viviendas amplias y bien iluminadas que infraviviendas de escaso espacio y menor luminosidad, de igual manera no es lo mismo el acceso tecnológico de algunas familias, que la brecha digital que sufren otras con menos recursos y posibilidades.  Desde la pasada crisis, se ha producido un salto definitivo hacia el capitalismo tecnológico basado en la generación de necesidades para una sociedad hiperconectada con el crecimiento de las denominadas “Big Tech”. El control social, la geolocalización, las plataformas de contenidos dirigidos  y la movilidad permitida con códigos QR se van imponiendo en la sopa de cultivo de la pandemia, activada bajo los mitos falsos de un autoritarismo global como solución . Si  a la situación descrita sumamos, la respuesta desbordada de los gobiernos que tratan de manejar una situación inédita, con el auge de discurso de odio y de campañas de descrédito y bulos de la extrema derecha, tenemos un peligro evidente de pérdida  de libertades  democráticas. El control social y las salidas autoritarias no pueden ser el resultado de la pandemia. Es necesario activar el manual  de resistencia democrática basado en colocar las libertades  y la valoración de la justa distribución social por encima de la excepcionalidad convertida en normalidad. Y no vamos a poder esperar a poder organizarnos a “cuando esto pase”, por los riesgos que conlleva una situación inestable.

El manual de resistencia democrática implica tener como pilares las libertades de reunión, de organización y de defensa de los intereses colectivos como cuestiones irrenunciables que no pueden ser congeladas de forma habitual.  Con ello no desprecio las medidas tomadas de prevención, todo lo contario. La dotación suficiente de recursos de servicios públicos y de materiales  y estrategias de prevención no pueden ser sustituidos por la merma de libertades ni de la restricción de movilidad social. Los principios de la solidaridad y el acceso universal y gratuito de los servicios públicos son plenamente compatibles con la libertad de expresión,reunión y manifestación. Debería preocuparnos como resistir ante el clima que se está generando alrededor de esa especie de formación del espíritu nacional construido alrededor del confinamiento. No golpea la crisis sanitaria por igual, hay desigualdades de base que se deben denunciar. No podemos colaborar en una banalización intencionada de la suspensión de derechos. El ejercicio de juegos, canciones, disfraces varios, debe servir para “alegrar el día”, para animar, pero no para despolitizar ni para engrandecer las acciones securitarias de un toque de queda en toda regla. 

La resistencia democrática implica poner en juego frenos a los resortes que ha desatado la pandemia. La devastación del sistema capitalista como primer resorte que se ha demostrado depredador de los recursos y los servicios públicos del Estado del Bienestar, que han derivado en muertes y la debilidad de los recursos públicos frente a una amenaza global. Poner freno a un relato bélico de un enemigo invisible que nos convierte  a nosotros mismos en un peligro y a la necesidad de clasificarnos, controlarnos y apartarnos como recurso habitual. Otro de los frenos a los que debemos enfrentarnos es a la salida autoritaria de estado de excepción prolongable en el tiempo más allá de lo razonable. Además debe ser la oportunidad para reflexionar en cómo debemos transformar un modelo de desarrollo depredador,  que supone un caldo del cultivo para epidemias globales, incluidas las que puede provocar el calentamiento global al liberar patógenos hibernados en las capas de hielo. Debe ser la opción que se contraponga al peligro del denominado “eco-fascismo”,  que empleando este momento actual como fundacional y apelando a la vida y a la salud pública, imponga sus tesis de cierre de fronteras, regeneración nacional y ampliación de potestades policiales,  nuevos papeles de orden público otorgado a los ejércitos y restricciones mayores a la sanidad como medidas inevitables para el bien social.

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