Si no fuera por esas personitas

STELE

Echo la vista atrás, pocos años, unos 20 nada más, y esto ha cambiado muy poco, la verdad. La evolución ha venido, en mi humilde opinión, de la mano de la Semántica y las nuevas nomenclaturas y acepciones varias.

Y es que palabras como integración e inclusión, segregación y discriminación importan más bien poco dentro de las aulas al uso. Aquí sí importa y mucho la ratio, los míseros apoyos de medios especialistas partidos a la mitad que tienen al final que hacerse cargo del doble del alumnado, los insuficientes recursos materiales, el frío en las aulas, llenas de cazadoras abotonadas intentando evitar corrientes, y así podría continuar, aunque, pensándolo mejor, sería conveniente dejar algo por descubrir para aquellos legisladores a los que invito a que bajen al ruedo, a que entren en las aulas. Les invito a mi clase, en la que somos 16 este curso, gracias al covid y porque nos pagan los desdobles con fondos europeos. Los niños y niñas tienen tan solo 6 años y alguno ya viene con su Informe psicopedagógico bajo el brazo, informe realizado lo más tempranamente posible, informe perfectamente redactado, explicando pormenorizadamente las dificultades con las que seguramente se van a encontrar a lo largo de la Etapa. Otros alumnos y alumnas  no tienen informe, aunque necesitan enseñanza individualizada igualmente, necesitan partir de sus conocimientos previos, que son en todos los casos diferentes a los de sus compañeros y compañeras. 

Las dificultades con las que cuenta los maestros y maestras son hándicaps y peldaños, a veces demasiado empinados, que intentan solventar de la mejor manera que cree, dejándose la garganta en el intento. Hay finales de mañanas en las que no se tira la toalla solo por ellos, por los pequeños y pequeñas; son los que merecen la pena aquí y deberían ser la prioridad absoluta de las administraciones competentes.  

Para la RAE integrar significa “construir un todo o completarlo con las partes que faltaban”, o bien “hacer que alguien o algo pase a formar parte de un todo” y “aunar”, “fusionar”. Incluir tiene otros matices, lleva implícito el contener a otra cosa, viniendo a significar “poner algo o a alguien dentro algo o de un conjunto, o dentro de sus límites”. Cualquier docente que se precie tiene estos conceptos bastante claros con todas sus tonalidades; si bien, son los alumnos y alumnas los que te enseñan el verdadero significado de los mismos. Nuestro alumnado sabe mucho mejor que nosotros el concepto de “inclusión”. Juegan juntos, teniendo a veces sumo cuidado con alguno de sus compañeros y compañeras, ponen pelotas de goma en las sillas para que no moleste el chirrido al arrastrarlas a los niños y niñas con deficiencia auditiva, acercan la silla del alumnado con problemas visuales al encerado o a la pizarra digital, ayudan a terminar la ficha o la hoja borrada a la persona confundida, inmadura o que simplemente ha tenido un mal día, como todos podemos tenerlo. Nunca te recriminan tus errores, que seguro son bastantes, te aceptan tal cual eres, no intentan cambiar nada de ti, te ven guapa aun con esas ojeras, te cuentan sus secretos más inconfesables muy bajito, … Creo que son geniales, y por eso estamos aquí, intentando que cambien un poco las cosas, a mejor, si es posible. Adoro mi profesión porque me permite aprender cada día. Esos chavales y chavalas traviesos, me enseñan a incluir, a poder apreciar lo válido en los demás, a formar parte de un equipo, de un engranaje que solo funciona bien juntando todas las piezas. Y a mí solo se me ocurre agradecérselo cada día, intentando que aprendan a leer y que sean siempre unos enamorados de los libros, unos aventureros que necesiten saber y que se pregunten el porqué de las cosas y fenómenos que les rodean.

Los y las docentes necesitamos ayuda, necesitamos más especialistas, más materiales de apoyo, menos alumnos y alumnas por aula y, cómo no, necesitamos sentirnos más valorados y valoradas sobre todo por la Administración. Todo esto se traducirá en una mayor calidad en la educación de nuestros pequeños y pequeñas, que deberían ser, estoy segura de ello, infinitamente mejor tratados. Definitivamente, necesitamos menos nomenclaturas y palabrería vacía y más contratos a tiempo y no medio mes, o incluso el mes entero después de una baja. ¡Ay! Si no fuera por esas “personitas”…(Mª Antonia Ampudia). 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *