STE ZAMORA
Nuestra sociedad así lo percibe y por tanto así reacciona. Nadie sabe muy bien qué respuesta dar ante la enfermedad. Si es física, buscaremos al mejor especialista y haremos el tratamiento prescrito. Si es mental ya empiezan las valoraciones, lo primeros síntomas nos llevan a comportamientos no habituales y ya sabemos que la sociedad no acepta muy bien lo que no es la norma, llámese normal.
¿Podemos suponer en un mundo tan cultural y académicamente formado como son los profesionales de los centros educativos que la respuesta será diferente?
Suponemos al educador/a un modelo de equilibrio y buena praxis en sus reacciones emocionales y de comportamiento social, pero ¿qué puede ocurrir cuando aparecen los desequilibrios y reacciones poco habituales?
Un colectivo tan bien formado académicamente no es capaz de dar una respuesta adecuada a la enfermedad mental.
Conocemos distintas experiencias próximas tanto del alumnado como de las y las docentes que resultan incómodas por no conocer qué se espera de nosotros.
Está claro que si alguien se hace un esguince, correríamos en su auxilio sin dudarlo, pero si alguien tiene una crisis de ansiedad, comportamientos no habituales, actitudes inesperadas en el aula o fuera de ella, comienza el desconcierto.
La primera reacción es de falta de comunicación, casi nadie le dice a un compañera/o , si necesitas ayuda, vamos a buscarla. Se comenta, se habla, se dirigen al equipo directivo, éste a sus superiores directos y se decide tomar medidas después de un largo periodo donde la situación, está claro, se ha ido agravando.
Aunque parezca increíble nadie sabe qué hacer, no hay un protocolo de actuación.
En una profesión donde el estrés y todo lo que conlleva a una tensión habitual en el aula, todavía estamos sin un procedimiento donde se proteja al docente de caer en valoraciones y se decida aceptar que la enfermedad de la mente puede ser muy habitual en profesionales que trabajan con estrés y equilibrios emocionales.
Pensemos en el hecho de que no está contemplado este procedimiento de actuación ante una profesión que nos puede llevar al desequilibrio del que todo somos conscientes. Eso es, mañana puedes ser tú. Necesitamos un protocolo claro de actuación que no consista en apartar de su trabajo a la persona afectada sin haberle prestado la ayuda necesaria.
¿Nos hemos planteado en alguna ocasión como docentes las relaciones que existen entre factores de riesgo psicosocial, estrés general percibido y salud mental?
Los estudios realizados muestran que la indisciplina, la falta de interés de los alumnos y la escasa colaboración de las familias son las principales fuentes de estrés. El profesorado que percibe altos niveles de estrés presenta peor salud mental. Hay una relación significativa entre un alto de nivel de estrés y la falta de colaboración de las familias e interés del alumnado. Los mejores predictores de salud mental son el nivel de estrés percibido, el grado de satisfacción y el grado de compromiso. Palabras claves: factores de riesgo psicosocial, factores psicosociales, estrés laboral, estrés percibido, salud mental, profesorado.
Los factores psicosociales se entienden como condiciones presentes en situaciones laborales relacionadas con la organización del trabajo, el entorno, el tipo de puesto y la realización de las tareas, que afectan al desarrollo del trabajo y a la salud. Estos factores pueden, o bien facilitar la actividad, la calidad de vida laboral y el desarrollo personal o por el contrario, pueden ser un obstáculo e interferir negativamente perjudicando la salud y el bienestar laboral. Cuando esto ocurre, se denominan factores de riesgo psicosocial porque tienen potencial para dañar la salud.
La crisis económica y la globalización han producido grandes transformaciones sociales, económicas y tecnológicas, causando un nuevo contexto en las organizaciones laborales que han afectado a la productividad, los niveles de empleo, la cohesión social y la salud laboral. Estos cambios han producido fuentes de estrés en el mundo laboral, lo que a su vez ha provocado una disminución en la calidad y en la productividad.
Dos informes realizados por la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo en 31 países europeos han destacado la importancia cada vez mayor de los riesgos emergentes y los plantean como un problema a la hora de desarrollar políticas eficaces.
Un tercer informe, reveló que el colectivo docente fue uno de los grupos ocupacionales de mayor riesgo en exposición al estrés laboral y que el 22.3% manifestaron que les afectaba y presentaron una de las mayores tasas de problemas psicológicos asociados al estrés.
En España, la VI Encuesta Nacional de Condiciones de Trabajo en España realizada por el Instituto Nacional de Seguridad e higiene puso de manifiesto que el 19.6% profesorado consideraba que el trabajo afectaba negativamente a su salud, tenía problemas para dormir, sensación de cansancio, dolores de cabeza y se sentía tenso e irritable. Además, el 54.2% del colectivo docente percibía estrés laboral e incluso un 11.2% atribuían el origen de la depresión al trabajo.
Del mismo modo, la VII Encuesta Nacional de Condiciones de Trabajo del 2011 confirmó que el profesorado se encuentra entre los colectivos que estaban expuestos a un mayor volumen de trabajo, de manera que un 33.9% manifestaron que la sobrecarga laboral les llevaba a prolongar su jornada laboral sin recibir compensación.
Estos datos se ven confirmados por las Encuestas sobre Calidad de Vida en el Trabajo realizadas por el Ministerio de Empleo y Seguridad Social, que muestran un incremento preocupante en los niveles de estrés percibido por los docentes desde el año 2001 hasta el 2010.
Algunos proyectos de investigación han puesto de manifiesto que el número de docentes con niveles altos o muy altos de estrés se sitúa en torno al 50%. Además, el profesorado que se percibía estar expuesto a carga mental presentaba una mayor sintomatología psicosomática.
Con todos estos estudios realizados concienzudamente no se puede comprender que en una profesión de alto riesgo para la salud mental de sus profesionales, aún no se cuente con un protocolo de actuación, Esta es la respuesta de la Administración educativa que parece desconocer la gravedad que muestra la realidad. La realidad nos enseña que de lo que no se habla no existe. Hablemos.
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