Pública vs subvencionada

STELE

Los conciertos educativos se crearon allá por el año 1985 con el beneplácito del PSOE para dar respuesta a la demanda educativa que, por aquel entonces, no era capaz de asumir la pública. Se montaron con carácter excepcional y transitorio mientras se construían los suficientes espacios públicos como para poder llegar a todo el alumnado escolarizado.

Pero lo excepcional y transitorio tardó poco en incorporarse al ADN de una sociedad muy dada a asumir determinados preceptos que supongan un privilegio y que bajo el pomposo título de “libertad de elección de centro” hizo que demasiadas familias lo usaran para elegir la escuela de sus hijos e hijas, donde el aspecto educativo fue quedando en un segundo plano para dar paso a lo verdaderamente importante de esa elección, la exclusividad y el clasismo. Que no os engañen, el concepto de libertad de elección de centro no es tanto elegir una metodología educativa o un centro que esté cerca del domicilio o del trabajo, es elegir con qué clase de gente quiero que se codeen mis hijos. Esto hay que unirlo a que, aunque pensamos que la libertad es de las familias, la realidad nos deja claro que es más bien la libertad de los centros para elegir al alumnado que les interesa para mantener su buena prensa y estatus. Y todo frente a unos centros públicos cada vez más masificados y diversos, donde se acoge al alumnado que la concertada no quiere, por no manchar su intachable imagen de empresa privilegiada.

Esto queda claramente argumentado en el artículo de Chema Álvarez de El Salto: “hay quien mete a sus hijos e hijas a estudiar en la escuela concertada por evitar que se mezclen con esa chusma descreída, golfa, libertina, chula, atrevida, irreverente y guasona que estudia en la pública. Aunque el argumento más socorrido es el de “nosotros somos católicos y queremos que nuestros vástagos vayan a colegios religiosos” (como si la religión, esa lacra obligatoria, no se diera en todos los centros educativos), lo que esconde ese afán por la enseñanza privada sostenida con los fondos públicos (…) a la que mediante un eufemismo nada inocente denominamos “la concertada”, es el miedo de los papás y las mamás a que le maleen al niño o a la niña, en la creencia de que lo público y gratuito es lo malo mientras lo privado y costoso es lo bueno, y más si el pimpollo en cuestión viste un uniforme escolar, en justa correspondencia con el catecismo neoliberal que metió hace ya muchos años sus zarpas en la Educación, cambiando valores por competencias y humanismo por empresa”.

Cualquier empresa privada tiene dos objetivos bien claros, uno es fabricar un buen producto con la idea de que los consumidores lo compren y otro, y principal, es ganar dinero. Por muy buen producto que fabrique una empresa, multinacional o pequeño negocio, si la clientela no lo compra y, por tanto, no obtiene beneficios, esa empresa estará abocada al cierre. Ningún negocio aguanta con pérdidas u obteniendo lo comido por lo servido durante mucho tiempo. Esta regla tan fácil de entender es perfectamente aplicable a los centros educativos privados subvencionados, ya que no podemos olvidar que son empresas privadas con ánimo de lucro.

En este sentido, los centros privados financiados con fondos públicos, como es lógico, van a intentar minimizar aquello que les produce pérdidas o que no tiene un claro beneficio, lo cual, desde un punto de vista educativo, es claramente reprochable, pero, desde la lógica empresarial, es más que adecuado. Por lo tanto, nunca se van a asentar en una zona rural donde no haya los suficientes “clientes”; van a tender a pagar menos y a aumentar la carga laboral de su profesorado; van a tender a no admitir a aquel alumnado que le puede suponer más costes, como puede ser el procedente de minorías o con determinadas necesidades de apoyo educativo (salvo que les abonen un extra por ello), es más; van a tender a no tener profesorado especialista para atender a este alumnado, ya que es menos rentable. Así podemos ver como el porcentaje de alumnado de minorías, con necesidades educativas o de clases sociales más desfavorecidas es inmensamente inferior en la privada subvencionada. Pero, ¿cómo puede ser esto? No es porque la normativa vete a este tipo de alumnado en la educación concertada y les obligue a ir a la pública, simplemente es porque o bien no tienen los especialistas adecuados para su atención (“mira, aquí no tenemos el profesional que demanda las necesidades que tiene tu hijo, pero lo puedes encontrar en el cole público de al lado”) o bien no se ajustan a su ideario “religioso” (“mira, aquí tenemos un ideario católico apostólico y claro vosotros profesáis otro tipo de creencias religiosas, sin embargo en el cole público de al lado…”) o bien por no poder hacer frente a esas misteriosas cuotas pseudo-obligatorias que se han de abonar religiosamente para poder acceder a determinados beneficios (“mira, aquí las familias abonan una cuota de X€ al mes por desgaste de patio… y quizá no puedas pagarla, pero en el cole público de al lado…”). Es decir, “pequeñeces” que hacen que determinadas familias estén abocadas a matricular a sus hijos e hijas en la pública, aunque la administración diga: “no, no lo eligen ellos, nadie les obliga…”. 

Por lo tanto, si alguna se tiene que sentir amenazada no es la concertada, sino la pública, donde vemos como curso a curso va perdiendo terreno, eso sí, muy poquito a poco, para no levantar sospechas (aunque cada vez les importa menos ocultar sus propósitos privatizadores). Ojalá en este país, como ocurre en la mayoría de los países referentes de nuestro entorno, se apostara de forma clara y decidida por la Educación Pública que es la única con capacidad de llegar a todas las personas y a todos los lugares, algo que claramente no puede hacer la subvencionada. El objetivo de la educación debe ser ofertar una educación integral dentro de un marco de igualdad de oportunidades real, con el propósito de ser una palanca de cambio social para la aminoración de las desigualdades.

Para terminar, una reflexión final: ¿cuántos de los políticos/as que hemos visto con un lazo naranja no hace mucho se han puesto alguna vez la camiseta verde de la escuela pública? Defendamos lo que es de todos y todas y para todas y todos. (Javier Sarmiento Ámez).

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