A vueltas con el lenguaje

STE SEGOVIA

Porque nuestra lengua española, como hija del latín que es, es una lengua muy analítica con morfemas para el género y el número y abundantes concordancias: los sustantivos con sus determinantes y con sus adjetivos, por ejemplo. Lo que la hace además muy redundante. Pensemos en una oración como “todos los niños estudiosos tendrán su premio”. En esta expresión ya hemos utilizado, dado eco, puesto en relevancia, enfatizado cuatro veces el masculino. Nosotras estamos obligadas a saber que, depende del contexto, unas veces no y otras sí, la persona que emite ese enunciado incluye o no a las niñas y lo hemos aceptado siempre por tradición y por falta de conciencia en igualdad. Pero hoy nos revelamos, porque tenemos morfemas para el género femenino, afortunadamente, y podemos decir en un uso correcto del lenguaje “los niños y las niñas estudiosos y estudiosas tendrán su premio”. Solo que esta forma de hablar no sexista choca con la ley de economía del lenguaje, por lo que tenemos que ir un paso más allá, estar siempre concentradas a la hora de hablar, de expresar nuestras opiniones, nuestros pensamientos, nuestros deseos, nuestras expectativas, nuestros proyectos, siempre concentradas para expresar exactamente en justicia, en igualdad, sin ocultar ni infravalorar a ninguna persona a la que nos referimos (porque sabemos que lo que no se nombra no existe). Por lo que tenemos el deber, por conciencia, de dar una vuelta de tuerca a nuestra lengua, porque se puede, porque es tan versátil que te permite utilizar otras estrategias para expresar el mismo significado modificando el significante injusto por otra justo: “Las personas de la clase que…” o “quienes hayan sido estudiosas tendrán un premio”.

Así es en nuestra lengua, y todas las románicas, pero no ocurre lo mismo con la lengua inglesa: poco redundante y sin morfemas de género. Las personas de habla inglesa tienen un camino menos pedregoso para conseguir la igualdad real entre hombres y mujeres porque no tienen que luchar con su propia lengua, ya que disponen de palabras radicalmente diferentes para designar los sexos a los que se refiere: boy, girl, o no importa tanto el sexo por lo que no tienen morfemas de género: child tanto en singular como en plural: children.

Porque sabemos la importancia transcendental que tiene el lenguaje (no solo el verbal, pero sobretodo) para todos los actos de la vida, porque no lo utilizamos solo para comunicarnos, sino para expresar nuestros pensamientos y porque sabemos que el lenguaje está íntimamente relacionado con el pensamiento tenemos la obligación moral de adecuar la lengua para que vaya cambiando la mentalidad y de esta forma alcanzar una sociedad más justa e igualitaria que se refleje en actitudes y comportamientos no violentos hacia las mujeres.

Tenemos un reto: nuestra lengua está viva, y siempre ha ido cambiando, actualizándose, modificándose en su sociedad. Este es el momento de que el debate se centre en cómo hacer que el español, tan culto, tan civilizado y antiguo no se quede anticuado y se adapte a la necesidad actual de justicia e igualdad, para que todas las personas que vivimos y nos realizamos en esta sociedad del siglo XXI nos veamos representadas en nuestra lengua. Y sabemos que es un tema muy transcendental, pero posible con vocación de justicia: ya hubo cambios más significativos en otros tiempos, antes de que en el siglo XVIII se fundara la RAE y quedara fijada la norma.

Animamos a los hombres y, por fin, desde 1978 también a las mujeres que ostentan un sillón en la Academia a que hagan historia. Porque será hacer Historia, con mayúsculas, que de un modo oficial nos proporcionen herramientas, estrategias, a todas las personas hablantes de español para alcanzar un lenguaje igualitario. Hay muchas publicaciones en este sentido, se trataría de hacerlo oficial desde el organismo que debe cuidar nuestra lengua: la Real Academia Española de la Lengua.

Y está en manos de todas las personas que hablan nuestra maravillosa lengua tomar conciencia de la necesidad de incluirnos a todas en los discursos. ¡Somos más de 567 millones de hablantes en el mundo! (según el estudio “El español: una lengua viva” realizado por el Instituto Cervantes en 2016).

¡Lo conseguiremos! (Pilar Pecharromán García de las Hijas).

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