Regalando pornografía favorecemos una sociedad violenta e insegura

Organización de mujeres STECyL-i

Estamos en casa. Me acaba de llegar una nueva oferta de recursos on line gratuitos para “aprovechar, entretener y embellecer este tiempo de confinamiento”. En esta ocasión me lo remiten desde la Cruz Roja. Bien. Teatro, conciertos, suscripciones gratuitas…

Gratuitamente, como tantas otras compañías, una plataforma pornográfica, cuyo nombre no cito por razones obvias, ha decidido contribuir a esta iniciativa colectiva de solidaridad posibilitando el acceso ilimitado a sus vídeos, en especial los que muestran una ficción más dura y violenta. La opción premium se extiende ahora a quien quiera masturbarte con la versión gore del sexo. ¿Un gesto de buena voluntad? ¿Tiene algún sentido regalar pornografía? ¿Se puede acaso considerar un mero acto de consumo ocioso? ¿En qué modo nos puede entretener y embellecer el tiempo de confinamiento?

Muchos alegarán que el porno está vinculado a la libertad de expresión, e incluso a la libertad artística, pero lo cierto es que las mujeres en esas escenas son realmente penetradas por todos sus orificios una y otra vez y que los imaginarios que se crean, incluyendo la normalización de la violación en grupo o del incesto, son en realidad una muestra de exaltación de la violencia contra las mujeres.

Lo que se está ofreciendo no es un producto de ocio o cultura, sino el acceso a la violencia sexual contra la mujer, porque eso es el porno. La mujer aparece como irrelevante, incapacitada para el deseo y sin posibilidad de tomar decisiones, sometiéndose a los mandatos de uno o varios hombres. Incluso en las escenas en las que solo aparecen mujeres se actúa de un modo claramente destinado a satisfacer a consumidores masculinos. Lo femenino brilla por su ausencia y su deshumanización las coloca como posibles objetos posibles de agredir.

Puede que existan personas que no sean capaces de apreciar esa violencia extrema, pero son múltiples los ejemplos. Desde un hombre que golpea a la mujer mientras la penetra, otro estrangulándola mientras la fuerza, una mujer practicando sexo oral hasta el punto de ahogarse, varios hombres eyaculando sobre una mujer de manera agresiva…

Ese es el tipo de videos que están puestos a disposición de los usuarios de manera gratuita.

Sin embargo, lo que más me preocupa es que entre esos posibles “clientes” pueden estar adolescentes e incluso niños y niñas que, ante el aburrimiento o por casualidad, acceden al porno como “entretenimiento”. Y entre ellos pueden estar nuestros alumnos y alumnas, o nuestros hijos e hijas. 

Es posible que la ausencia de una correcta educación afectivo sexual, les conduzca a buscar en la pornografía una falsa experiencia antes de llegar a tener relaciones sexuales en persona. Y el peligro reside en que se normalicen unas prácticas que entrañan un claro riesgo y que las apliquen luego en sus propias relaciones. 

Esos chicos y chicas se encuentran en una situación vulnerable y se pueden encontrar con demasiada facilidad un tipo de porno gratuito muy agresivo, que puede inducirles al error de considerar que esas escenas que ven son lo que se espera de ellos y ellas. Así pueden convertirse en potenciales agresores y sumisas, y no solo en la cama, sino también fuera de ella. 

Y no estamos hablando de algo que potencialmente pueda suceder. Las estadísticas nos muestran unas cifras demoledoras. Lo que nos muestran los datos y lo que intuimos en las aulas por sus comentarios y actitudes, es un aumento constante del porcentaje de mujeres menores de edad que han sufrido violencia de género e incluso de aquellas que tienen una orden de protección. 

Entonces, no creo que sea la única causa del incremento de las conductas sexuales de riesgo que puedan dañar a otras personas, pero si se puede considerar que tenemos unos adolescentes muy precoces en el consumo de pornografía y que este hecho está intensamente relacionado con su falta de autoestima, o tal vez esa baja valoración de sí mismos venga precisamente por su temprano consumo de este tipo de videos. También se ha relacionado con los sentimientos de soledad y depresión e incluso con los embarazos adolescentes Y otra cosa, de ahí están a un paso de acercarse a la prostitución como opción que cumple con las expectativas creadas por el porno. Jóvenes que normalizan unas pautas sexuales con mujeres sin nombre a las que les resulta muy fácil deshumanizar. Permitiendo el acceso gratuito a la pornografía más dura estamos favoreciendo una sociedad más violenta e insegura. ¿Es lo que queremos?

No debemos seguir negando que el hecho de que nuestros adolescentes vean horas y horas de pornografía no tiene consecuencias. En ese caso no podemos escudarnos en que se trata de un mero entretenimiento para adultos. Mejor tratemos de ofrecer una educación afectivo sexual que traslade un modelo de relación igualitario, en el que la mujer no cumpla una simple función de objeto sexual disponible para el hombre y que evite la perpetuación de los estereotipos de género llevados al externo, que es lo que se trasluce en la pornografía

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