Esas consecuencias del coronavirus…

Pensar en los escolares nos da tranquilidad, puesto que se trata de una población que se mantiene a salvo de la epidemia, cuyos efectos secundarios se relacionan con el confinamiento junto con sus familias durante un largo periodo de tiempo: esos efectos no tienen por qué ser solo negativos y esa es la razón de detenernos en ellos.

De la noche a la mañana, muchos de nuestros alumnos han pasado de repartir su tiempo de ser “compañeros”, “amigos”, “colegas”, a ser solo “hijos”, y algunos de ellos “hermanos”, durante veinticuatro horas. No debemos olvidar que el continente de los niños no es la casa, son los padres o los adultos que viven con ellos. Hemos leído mucho acerca de las diferentes acciones que debemos llevar a cabo en este periodo de cuarentena. Y así durante estas semanas, al igual que nosotros adultos, ellos se han visto rodeados de ideas, vídeos, fichas, manualidades, juegos, jornadas telemáticas, en las que se imponen las rutinas como una tabla de salvación.

En función de ese continente, y el uso de los medios que les rodean, encontraremos multitud de situaciones que marcarán vivencias diferentes al finalizar este periodo.

Tomando los límites que impone aprender y enseñar en estas condiciones,  para las que no estamos preparados, los profesionales de la enseñanza estamos aprendiendo cuáles son las formas didácticas más eficientes con nuestros alumnos. Un psicólogo rumano llamado Feuerstein  nos hace imprescindibles como docentes, señalando la necesidad de tener referentes próximos aun en condiciones adversas para aprender: la naturaleza de esa mediación va más allá de la necesidad inmediata y tomará la forma exacta para desencadenar el aprendizaje.

No debemos olvidar que la inversión de tiempo y esfuerzo por ambas partes (profesores y alumnos) habrá posibilitado cumplir muchos de los objetivos previstos. Además se habrán desarrollado otras capacidades como la tecnológica, la creativa, la interpretativa, o la profundización en otras áreas que desde el currículum no hubiésemos contemplado. Podemos inferir, aunque con muchos matices, que habrán trabajado y algún logro se habrá conseguido en la organización del tiempo, el grado de ajuste en la intensidad de sus deseos, las expectativas del día a día,  la creatividad en la variación de las tareas cotidianas, y otros muchos requisitos tan necesarios para aprender.

En los niños encontraremos también el reflejo de esos padres que conocen a sus hijos: son los padres a los que los hijos no les resultan extraños, esos que permiten crecer en un espacio privado, sin interferir, sin sacarles del aburrimiento, sin penalizar los errores y dándoles la oportunidad de sentirse seguros. A ellos podremos atribuir como casi siempre la otra mano en el éxito académico que tanto necesitamos en el contexto escolar. 

Y finalizará este periodo y todos habremos aprendido un poco más sobre esas dos manos que sustentan a cada niño escolarizado: los dos pilares de la educación que son la familia y la escuela y que una sin la otra difícilmente lograrán esos retos vitales como afrontar el miedo, tener diferentes opiniones, tolerar a los demás, y conocernos mejor. (Marifé de Celis Añibarro)

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *