Eonomía de plataforma sin derechos laborales

STACyL VALLADOLID

Prácticas antisindicales y evasión fiscal

Varios estudios muestran que los trabajadores colaborativos reciben escasa remuneración, al menos en comparación con los ingresos habituales en los países industrializados (Felstiner, 2011; Bergvall-Kåreborn y Howcroft, 2014).

Perspectiva general

Cabe decir también que el 75 por ciento de los trabajadores colaborativos de los Estados Unidos gana menos que el salario mínimo federal por hora. De hecho, el bajo nivel de ingresos puede atribuirse en parte a la considerable cantidad de tiempo que los trabajadores dedican a realizar trabajos no remunerados como buscar encargos, realizar pruebas para obtener certificaciones e investigar a los clientes para garantizar que pueden confiar en que les pagarán. En una semana típica, los trabajadores realizaban un promedio de 24,8 horas de trabajo, de las cuales 18,6 horas se dedicaban a trabajo remunerado y 6,2 horas a trabajo no remunerado. Esto significa que por cada hora de trabajo remunerado, los trabajadores dedicaban 20 minutos a trabajo no remunerado.

En consecuencia, y dado el bajo nivel de remuneración, no resulta sorprendente que solo una pequeña proporción de los trabajadores afirme que realiza contribuciones a la seguridad social o a un fondo de pensiones. De un total de 56 por ciento de los trabajadores que declara que el trabajo colaborativo es su empleo principal, solo el 55 por ciento afirma que tiene acceso a cobertura sanitaria, y solo el 24 por ciento realiza contribuciones a un seguro de salud.

Las proporciones son aún más bajas en relación con las pensiones: solo el 25 por ciento de los trabajadores tiene acceso a un plan de pensiones, y solo el 15 por ciento hace contribuciones a un fondo de pensión. Hay variaciones regionales. Los trabajadores de Europa Occidental, por ejemplo, tienen una mejor cobertura que los de Europa del Este, Asia, África y América Latina (Rani y Furrer, de próxima publicación).

Muchos de los trabajadores de las plataformas no están afiliados a la seguridad social y no disponen de condiciones sanitarias adecuadas y de seguridad en el trabajo, a pesar de que estos derechos se consideran, derechos fundamentales y están consagrados en las legislaciones nacionales, en los Tratados, en la legislación europea y en las normas internacionales de la OIT. La crisis pandémica actual pone de manifiesto la importancia de la seguridad social en las sociedades democráticas, ya que estos sistemas han soportado las rentas de una parte importante de la población y, al mismo tiempo, quienes no están incluidos en dichos sistemas han sufrido un aumento de su vulnerabilidad social y sanitaria.

La complejidad de las plataformas, la ausencia de una terminología normalizada y la falta de información estadística dificultan las estimaciones sobre sus dimensiones y su crecimiento. La OCDE afirma que, en todos los estudios, el peso del trabajo en las plataformas respecto de la mano de obra total se sitúa en un porcentaje que oscila entre el 0,5 % y el 3 %. En un conjunto de dieciséis países europeos, apenas el 1,4 % de la población adulta entre 16 y 74 años tiene como principal actividad el trabajo en plataformas (varía desde el 0,6 % en Finlandia hasta el 2,7 % en los Países Bajos). Aproximadamente un 11 % de la población adulta ya ha prestado algún servicio en plataformas, lo que da idea del extraordinario nivel de rotación de personal.

En el trabajo de las plataformas existe una dimensión de género y una dimensión de edad. En general, los hombres predominan en los servicios relacionados con el desarrollo de software y la prestación de servicios de transporte; las mujeres dominan en las tareas relacionadas con la traducción y los servicios prestados en el sitio; los jóvenes están relativamente más sobrerrepresentados en las plataformas, sobre todo aquellos de los que más del 50 % de sus ingresos procede de las plataformas o que trabajan en ellas más de veinte horas por semana.

Un estudio realizado por la EU-OSHA indica que el trabajo en plataformas presenta mayores riesgos tanto desde físicos como sociales, como la inseguridad laboral, la exposición a riesgos diversos (accidentes de tráfico, productos químicos, etc.), riesgos específicos de la actividad en línea («ciberacoso», trastornos posturales, fatiga ocular y estrés derivado de varios factores). En la dimensión «relaciones sociales»: La flexibilidad y la fragmentación hacen que resulte muy difícil identificar, organizar y representar a los trabajadores que trabajan de forma no convencional. A ello se añade que el trabajo en plataformas es, por naturaleza, solitario, geográficamente disperso, con un alto grado de anonimato y un alto nivel de rotación de trabajadores, quienes compiten entre sí y trabajan también en otras plataformas. En general, las plataformas no asumen la función de empleador y no están afiliadas a las asociaciones de empresarios, lo que deja a sus trabajadores, a los sindicatos y a los responsables políticos sin un interlocutor con el que negociar.

El caso Amazon

No para de crecer, ni de ampliar los sectores en los que interviene, desde la producción propia, tanto de productos básicos, como videojuegos y cine para su plataforma Prime Vídeo, servicios informáticos en la nube, alimentación, incluida la fresca, servicios sanitarios, etc., llegando hasta tener sus propias plantas de energías renovables. Su objetivo es simplemente abarcarlo todo: una terrorífica distopía. Se ha convertido así, y de momento, en la tercera empresa más valiosa del mundo por capitalización bursátil.

Durante la pandemia, la cifra de ventas de Amazon ha aumentado un 37%, hasta los 386.064 millones de euros. El año anterior a la pandemia, Amazon ganó 13.976 millones de dólares y solo pagó 881, un 6,3% del total. Pese a ser el nuevo líder del comercio online en el Estado español, la cantidad de impuestos que Amazon paga a la  Hacienda española es ridícula: Más concretamente: de cada cien euros que Amazon gana en España, paga 0,1 céntimos en impuestos. Para ello usan un sistema de filiales cuyo cliente principal es Amazon. Mediante un sistema de ingeniería fiscal,  el total de ventas y los márgenes de beneficios obtenidos por la multinacional en España se desvían completamente a la sede de Luxemburgo, ya que este país ofrece toda una serie de ventajas para las rentas por royalties u otros derechos de marca. Gracias a ello en 2020 solo pagó un 7,08 de sus beneficios  mediante impuesto de sociedades.

La firma suele vigilar con mucha atención las acciones de los trabajadores que quieren sindicarse. En los últimos meses y con el agravante de la crisis del coronavirus, la multinacional está interfiriendo cada vez con mayor intensidad en los movimientos de sus empleados. El ejemplo más destacado es Estados Unidos. Allí, la compañía ha conseguido acabar con los principales sindicatos. De hecho, en marzo y en abril, durante los peores meses de la pandemia, se convocaron manifestaciones contra la compañía por despedir a un gran número de trabajadores que habían denunciado públicamente las condiciones tanto de seguridad como de salud en las que se encontraban. Esto llevo a su vicepresidente del Servicio de Computación en Nube, Tim Bray, a abandonar su cargo, consternado por el hecho de que Amazon hubiera despedido a trabajadores que lo único que hacían era alzar la voz ante su preocupación por la covid-19.

Aunque la situación en Europa es algo más favorable, los recelos de la compañía a que sus asalariados se unan para pedir derechos laborales siguen estando presentes. Recientementese han filtrado una serie de informes confidenciales del gigante tecnológico que revelan el continuo seguimiento de los movimientos de los trabajadores destinados a crear o a unirse a sindicatos. Y no solo a sindicatos, también a movimientos sociales o medioambientales. Estos documentos fueron elaborados por expertos de Inteligencia de Amazon que trabajan para Global Security Operations Center. Estos profesionales se dedican a monitorizar la actividad sindical y laboral de los trabajadores de Amazon en toda Europa. Este seguimiento llega al nivel de recopilar la actividad de losempleados en redes sociales.  Sindicatos de toda Europa han emitido una carta a la Comisión Europea solicitando una investigación al gigante tecnológico por estos supuestos casos de vigilancia.

El caso más impactante es el de Reino Unido, donde la empresa directamente amenazó con llevar a los tribunales al sindicato británico GMB por intentar acceder a las instalaciones de Amazon para conseguir afiliados.

En Polonia, la situación es similar. Allí el sindicato Iniciativa de Trabajadores denunció que la firma había aplicado medidas disciplinarias contra sus miembros. Una mujer, por el hecho de reclutar a sindicalistas en horas de trabajo, fue amonestada. En ese país también se ha producido una vigilancia «obsesiva» por parte de la firma. La multinacional contrató a detectives de la agencia Pinkerton, cuya empresa matriz es Securitas.

En Francia, el sindicato Solidaires también denunció las prácticas de Amazon que vulneraban los derechos de los trabajadores y reducían su protección frente a la covid-19. Los tribunales franceses obligaron a la empresa a aumentar los protocolos de seguridad laboral y sanitaria. 

Los almacenes españoles son objeto de vigilancia, igual que los de Francia, Reino Unido, Italia, Alemania, Polonia, Austria, la República Checa y Eslovaquia. Ahora mismo, la empresa tiene abierto un proceso de selección para antiguos “líderes militares” españoles, a los que enseña a convertirse en directores de operaciones.

En España, los sindicatos del almacén de San Fernando de Henares (Madrid) llevan años batallando para que no se les imponga el convenio sectorial, peor que el convenio de empresa que tuvieron hasta 2018. La firma comercial decidió introducir varios cambios en las condiciones laborales de la plantilla y aplicar un convenio provincial que suponía menos aumentos salariales, menos coberturas por baja laboral y discriminación salarial entre trabajadores. Por ello se convocó una huelga de 48 horas.. Amazon respondió pretendiendo que la policía entrara en el centro para sabotear la huelga.

En el aspecto medioambiental la era de las entregas instantáneas es también la de la huella sobre el futuro del planeta. Una entrega a la primera tiene un coste aproximado de 277 gramos de CO2 equivalente. Si la entrega es a la tercera, se supera el kilo. Sólo en una ciudad como Coruña, la empresa realiza 4.000 entregas diarias. Por último, la economía de escala de la compañía supone que sea más barato destruir que gestionar devoluciones. El canal francés canal M6 reveló en una investigación que la multinacional incinera o arroja a vertederos tres millones de objetos devueltos cada año. Por todo esto podemos decir que el comercio online, de forma contraria a lo que muchos pueden pensar, contribuye de forma enorme a la crisis climática. La enorme huella de carbono que genera Amazon alcanzó en 2018 casi 45 millones de toneladas de dióxido de carbono, similar a las que emiten países como Suecia, Ecuador o Bulgaria.

Sin duda Amazon es consciente de que cada vez es objeto de mayores críticas, sin embargo, sería de ingenuos pensar que esto va a cambiar su forma de actuar. Asi pues recurre a campañas de greenwashing, como la puesta en marcha de un sistema de donaciones contra el cambio climático con lo que se viste de verde y desculpabiliza a la clientela o campañas de socialwashing, como la actual campaña de donaciones “Un clic para el cole”, con la que la compañía dona parte del beneficio que obtiene de la venta de libros escolares a centros educativos adscritos, a la vez que se hace con ese mercado frente a las pequeñas papelerías de barrio. Así, Amazon aprovecha la falta de financiación de la educación, entre otras cosas, consecuencia de la baja tributación de grandes empresas como la compañía de Jeff Bezos.

El caso Glovo

El problema con Glovo es el modelo que está tratando de normalizar en la sociedad y la economía, aunque Glovo no es la única compañía que está “revolucionando” una industria, son parte de una tendencia global encabezada por Uber, Airbnb, Amazon Flex, WeWork y docenas más como ellos. Estas empresas forman parte de una nueva tendencia, en la que los trabajadores son contratados como autónomos en lugar de empleados, y son administrados por una aplicación en lugar de un jefe. Son parte de una nueva evolución del capitalismo que se ha convertido en la tendencia de negocios de más rápido crecimiento en Estados Unidos. Allí, este tipo de “plataformas” funcionan en casi todos los sectores imaginables. Camioneros, servicios de limpieza, taxi, compras de comestibles y casi cualquier cosa que pueda imaginar ahora se hace usando estos servicios.

Estas empresas han encontrado un vacío legal que crea una dinámica de poder totalmente unilateral entre ellos y sus trabajadores. En los trabajos tradicionales, la fuerza laboral disfrutaba de una cierta cantidad de poder de negociación, un poder que fluía naturalmente de las cualidades fundamentales de las empresas que generaban su propio valor. Las industrias mejor sindicadas han sido aquellas en las que los empleados se congregaron en lugares específicos, se beneficiaron del recurso legal de las leyes de negociación colectiva y, lo que es más importante, compartieron fuertes lazos sociales fuera del lugar de trabajo que incentivaron el comportamiento cooperativo.

Glovo,y compañías de este tipo, han creado una situación en la que ninguno de esos factores existe. Se incentiva a competir unos contra otros a través de puntuaciones que dictan cuándo se puede trabajar y cuánto trabajo se tiene durante los turnos. Para empeorar las cosas, no hay un lugar de reunión central. Los compañeros de trabajo solo se encuentran en las áreas de espera de los restaurantes que no pueden hacer una hamburguesa en menos de una hora.

En Glovo, la mayoría no tienen otro trabajo al que recurrir, y algunos trabajadores llevaban desempleados años antes de convertirse en mensajeros. A nivel estatal, uno de cada cinco empleados de la economía digital había sufrido un largo período de desempleo.

Para Glovo y todas las demás empresas basadas en aplicaciones, casi no hay costes reales. Después de realizar la aplicación, Glovo solo necesita unas pocas ubicaciones físicas dispersas. Ha externalizado su fuerza de trabajo para evitar el pago de seguridad social, no posee motocicletas, bicicletas o automóviles, ni un gran edificio de oficinas. Glovo, en cierto sentido, no existe en el mundo real. Todos los gastos que una vez fueron asumidos por una empresa de entrega con una ubicación física y empleados remunerados, ahora son asumidos por la fuerza laboral contratada o por la sociedad en su conjunto. Si la bicicleta se rompe, es el trabajador quien debe pagar por arreglarla. Si un automóvil atropella a un trabajador, sin un seguro real, es el sistema sanitario público quien paga su atención. Si enferma o tiene un hijo, Glovo no tiene la responsabilidad de conceder un permiso retribuido. Glovo ha externalizado todos los gastos asociados con el traslado de alimentos de un lugar a otro, solo paga por su aplicación, sus servidores de datos y los pedidos completados. Todos los demás gastos se cargan en su fuerza laboral y en la sociedad. Pero las ganancias son solo para Glovo. 

¿Y ahora,qué?

Se ha anunciado hace escasas fechas por parte del Ministerio de Trabajo, dentro de la conocida como “Ley Rider” que las empresas de plataforma tendrán que hacer pública y dar toda la información necesaria a sus empleados sobre sus algoritmos, de acuerdo a la modificación del artículo 64 del ET: “El comité de empresa tendrá derecho a ser informado y consultado por el empresario sobre aquellas cuestiones que puedan afectar a los trabajadores, así como sobre la situación de la empresa y la evolución del empleo en la misma, en los términos previstos en este artículo”. La “Ley Rider” no regulará las plataformas ,sólo la laboralización de una parte de las trabajadores, mediante fórmulas matemáticas. El alcance de esta norma será para todas las plataformas, que también utilicen algoritmos y otras tecnologías para organizar el trabajo ,más allá de las que se dedican al reparto de comida. Actualmente, son algoritmos los que deciden el reparto de pedidos entre los riders, sus bonificaciones, penalizaciones y otros aspectos fundamentales de su trabajo sin que el empleado tenga conocimiento de cuáles son los motivos o fórmulas para ello. Todo esto llega gracias a quienes se han dejado el pellejo en huelgas, manifestaciones y más de 44 victorias judiciales, como muy bien se indica desde Riders x Derechos.Sin embargo, la norma se queda corta puesto que no ataca frontalmente el fraude de los falsos autónomos, que en España son más de 500.000.Y es que si no le paramos los pies a este modelo los derechos laborales desaparecerán tal como los conocemos: ni salario mínimo, ni vacaciones, jornadas sin máximo de horas como ocurría hace más de un siglo o pensiones de miseria. (Javier Rodríguez).

Fuente: Comisión Mundial sobre el futuro del Trabajo. OIT. «Policy responses to new forms of work. International governance of digital labour platforms» [Medidas de política para responder a las nuevas formas de trabajo: gobernanza internacional de las plataformas de trabajo digitales], abril de 2019.

Fuente: CESE (Comité Económico y Social Europeo)

Fuente: Publico.es (El lado oscuro de los derechos laborales de Amazon que no se ve en el ‘Black Friday’)

Fuente: Amnistía Internacional: Informe “Amazon.Let Workers Unionize”

Fuente: elsaltodiario.com(Amazon paga menos de un 8% de impuesto de beneficios en todo el mundo)

Fuente: elsaltodiario.com(Amazon ha puesto en venta el planeta Tierra)

Fuente: elsaltodiario.com(Día sin compras para frenar al monstruo)

Fuente: elsaltodiario.com(Tres meses infiltrado en Glovo)

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