La salud mental es un estado de bienestar en el cual el individuo se da cuenta de sus propias aptitudes, puede afrontar las presiones de la vida, puede trabajar productiva y fructíferamente y es capaz de hacer una contribución a su comunidad. Esta es la definición de que la OMS da sobre salud mental en 2021. En esta definición de salud mental, se tienen en cuenta factores biológicos, psicológicos y sociales, así como factores individuales, familiares y sociales.
La infancia y adolescencia son etapas en las que se desarrollan de hábitos sociales y emocionales importantes para el bienestar mental. Para conseguir este estado de bienestar es importante contar con un entorno favorable y de protección en la familia, la escuela y de toda la comunidad.
Sin embargo, en muchas ocasiones están expuestos a situaciones de riesgo que pueden ser tanto personales como sociales.
Entre los factores de riesgo personales nos encontramos trastornos emociones, del comportamiento o de la conducta alimentaria. También se incluyen en éstos las conductas de riesgo para la salud como el consumo de sustancias, prácticas sexuales de riesgo o la comisión de actos violentos. Las enfermedades crónicas, trastornos del espectro autista, la discapacidad intelectual u otras afecciones neurológicas, los embarazos adolescentes y el estrés. Éste último si es de intensidad moderada puede ayudar a crecer y a ser resilentes. En el caso de estrés de alta intensidad puede resultar destructivo.
Por otro lado, entre los factores de riesgo sociales incluiríamos los relacionados con la familia, tales como, estar sometidos a un modelo educativo muy severo por parte de los padres, situaciones familiares con carencias materiales y/o sociales o pertenecer a familias desestructuradas.
Vivir situaciones de violencia, sobre todo de carácter sexual, la presión social de sus compañeros, la estigmatización, discriminación, exclusión o falta de acceso a los servicios de apoyo son también factores de riesgo de carácter social que afectan a la salud mental del alumnado.
Las tecnologías de la comunicación e información, en función del uso que los y las adoslescentes hagan de ellas, pueden resultarles herramientas útiles para la relación y el aprendizaje o convertirse en un factor de riesgo que afecte al su desarrollo emocional, social y cognitivo.
Papel del centro educativo. Factores de protección.
Los alumnos y las alumnas en edad escolar son personas en desarrollo, cada uno con su ritmo, deberán ir adquiriendo determinadas competencias como base de una buena salud mental. Los docentes debemos estar atentos a ello.
El papel de la institución educativa en el desarrollo de la salud mental de su alumnado es primordial, siempre desde una dimensión educativa, no diagnóstica. Entendiendo educar en su dimensión más amplia, no limitarnos a transmitir conocimientos, sino favoreciendo el desarrollo de habilidades para la vida que están muy relacionadas con la salud y la salud mental, eso implica trabajar aspectos como: la toma de decisiones tras el planteamiento de diferentes alternativas, la solución de problemas, el pensamiento crítico, la empatía, la relación con sus compañeros y las habilidades sociales y aprendizajes que permitan superar la vulnerabilidad.
Estas herramientas se educan y, en la medida que las adquieran, favorecerán su desarrollo personal.
Los centros educativos son claves, también en la promoción de la salud mental cuando se generan espacios seguros, de socialización, protegiendo de situaciones de violencia, detectando entornos de riesgo tanto familiar como social y colaborando con otras instituciones sociales y sanitarias que realizan otro tipo de intervenciones, identificando a los colectivos vulnerables e informando al alumnado sobre situaciones de riesgo para dotarles de las herramientas que les permita aprender a protegerse, buscando y poniendo en práctica actuaciones preventivas para conseguir un entorno protector.
Los centros educativos son espacios protectores, pues los estudiantes que viven en entornos más desfavorecidos son atendidos por unas horas alejados de esa realidad
Cómo implementar el plan de salud mental.
Vista la dimensión tan amplia que es la promoción de la salud mental en los escolares, no puede quedarse en actividades puntuales, sino que ha de estar recogido en el Proyecto Educativo de Centro, involucrando a toda la comunidad, incluyendo por ejemplo, el siguiente desarrollo:
En el plan de acción tutorial se han de trabajar las habilidades relacionadas para la convivencia entre compañeros, promoviendo espacios de apoyo y refuerzo para aquellos alumnos con más dificultades. También hay que implementar programas que permitan acompañar y proteger al alumnado tales como tutorías, alumnado ayudante, mediadores…
No hay que olvidar nunca que la educación inclusiva es la respuesta a la diversidad y que a través de la educación emocional el alumnado aprenden a reconocer las emociones en sí mismos y en los demás.
Por supuesto, es fundamental, crear en el centro espacios de encuentro y debate con las familias haciéndoles partícipes de todos los programas puestos en marcha en el centro y buscando su implicación.
Propuestas de programas y planes desde la administración.
Dentro de los programas de Cooperación territorial que promueve el Estado está el de Bienestar emocional en el ámbito educativo. Lo implementa y financia con la intención de ayudar a cubrir las necesidades básicas de atención que el alumnado puede mostrar en los campos del bienestar emocional y salud mental desde la perspectiva de la intervención educativa.
En el desarrollo de este programa de cooperación la Junta de Castilla y León ha diseñado un Plan General de Salud Mental para la prevención del suicidio.
Participan Las consejerías de Sanidad, Educación familia e igualdad y Educación.
En lo que respecta a la Consejería de Educación que centrará en el alumnado comprendido entre los 10 y los 18 años.
Se ha creado la Unidad de Bienestar Emocional y se han reforzado los Departamentos de Orientación de los institutos con Orientadores y Profesores de Servicios a la Comunidad.
La atención del alumnado de 5º y 6º recaerá en los coordinadores de convivencia.
Barreras que dificultan la atención a la salud mental en el ámbito educativo.
Es obligatorio apuntar que este planteamiento se encuentra con barreras que dificultan su puesta en marcha. En nuestro sistema educativo dedicamos prácticamente el cien por ciento del tiempo a materias curriculares llenando el tiempo y los objetivos de los docentes, sobre todo teniendo en cuenta que la recuperación del derecho de la reducción de una hora lectiva en primaria no se ha cubierto por parte de la administración con la dotación de cupo necesaria a los colegios.
Los docentes tienen que seguir formándose tanto en la teoría como en el conocimiento de metodologías y herramientas para ayudar al alumnado a cuidar de su salud mental.
Falta personal, tanto en los Equipos de Orientación como en los Departamentos de Orientación de los institutos para, más allá de poder atender lo urgente y prioritario, han de disponer de tiempo para que los tutores y coordinadores de convivencia se puedan sentir apoyados y para poder coordinar de manera correcta con profesionales de otros ámbitos como los servicios sociales, policiales, sanitarios…
Faltan profesionales de atención a la diversidad (maestros de las especialidades de Audición y Lenguaje, Pedagogía Terapéutica, Compensatoria, otro personal como Ayudantes Técnicos…) que apoyen al alumnado en la consecución de los logros escolares, para que repercuta en su autoestima y percepción del éxito.
Es necesario combatir la estigmatización. Tanto en la familia como en el centro educativo, es imprescindible evitar las etiquetas, que suelen ir unidas al aislamiento y al rechazo. Un diagnóstico no es la persona.
A pesar de las dificultades, se van abriendo vías, gracias a la implicación y la sensibilidad de los profeisonales de los centros y equipos educativos, para ir avanzando en el cuidado de la salud mental de la infancia y la adolescencia pues es una aportación imprescindible a la salud de nuestra sociedad.
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