A pesar de la administración

STELE

Queremos que este artículo sirva para mostrar nuestro más sincero homenaje y agradecimiento al profesorado, que desde el primer momento supo plantarle cara al dichoso coronavirus y ponerse manos a la obra para que el alumnado estuviera lo mejor atendido posible y que el proceso de enseñanza-aprendizaje se realizara en las mejores condiciones, dadas las circunstancias.

A la par tenemos que reafirmar nuestra crítica a la administración educativa, desde la punta de lanza que debería haber sido el Ministerio de Educación, hasta cada una de las Direcciones Provinciales y sin olvidarnos de la que más responsabilidad debería haber tenido y tiene en la gestión educativa de esta crisis sanitaria que es la Consejería de Educación de CyL, que en ningún momento ha estado a la altura. Lo que el profesorado fue capaz de solventar en un fin de semana, la administración educativa no ha sido capaz de gestionarlo eficientemente en más de ocho meses que ya han transcurrido desde que se declaró la pandemia.

Desde que nos confinaron el 15 de marzo del curso pasado, el profesorado, tras una primera dosis de vértigo, preocupación e incertidumbre, se puso manos a la obra y empezó a indagar sobre cómo atender a su alumnado y cómo salvar el proceso educativo en unas circunstancias sobrevenidas y tremendamente adversas, pero con un compromiso personal encomiable. Enseguida comenzó a investigar sobre cuál era el mejor camino para atender a sus alumnos y alumnas y a las familias (teléfono, whatsapp, email, plataformas varias…) y, donde no llegaba, empezó a hacer lo que siempre había hecho, trabajar en equipo y buscar la formación y asesoramiento de sus compañeros/as. Desde STELE participamos como espectadores privilegiados de esa red de colaboración y ayuda que se montó en pocos días entre profesorado, alumnado y familias, aun teniendo que hacer frente a los innumerables inconvenientes que se encontraron por el camino: falta de experiencia y formación en el manejo de herramientas informáticas para el teletrabajo, carencia de medios materiales, la brecha digital y social de muchas familias y, sobre todo, las numerosas instrucciones contradictorias que emanaban desde las instituciones educativas. A pesar de todo ello, los y las docentes comprendieron desde el primer momento que tenían que asumir su responsabilidad y ponerse al frente del proceso de aprendizaje para acompañar a su alumnado en un momento donde quizá lo de menos eran los contenidos curriculares, los estándares de aprendizaje o los criterios de evaluación y donde lo importante era mantener una normalidad, en una situación que era de todo menos normal, y lo hicieron sin escatimar esfuerzos, a costa de jornadas de trabajo interminables (muy por encima de su horario habitual) y usando, en la mayoría de los casos, sus propios medios materiales e incluso su propio dinero.

Atrás quedaron los días de pizarra y tiza, del café del recreo o del griterío de patios y pasillos. Todo quedó sustituido de un día para otro por interminables horas frente a las pantallas, clases online, envío de tareas, recepción de trabajos y ejercicios, atención de las familias y sus lógicas preocupaciones, reuniones de coordinación del centro, innumerables trámites burocráticos…, y todo esto impregnado de la normativa contradictoria que llegaba a diario desde la administración educativa. Aun con todas estas limitaciones, a nuestro entender, el curso se pudo sacar adelante con nota, gracias, como casi siempre, al gran esfuerzo realizado por profesorado, alumnado y familias.

Mientras que en ese tercer trimestre del curso pasado la docencia fluía con relativa normalidad, desde todas las organizaciones sindicales insistíamos ante los gestores educativos de CyL que era hora de ponerse manos a la obra para planificar con garantías sanitarias el presente curso escolar y está claro que no nos hicieron mucho caso. Medidas que ya por entonces todos teníamos muy claras (sobre todo las autoridades sanitarias): distancia social y el uso de mascarilla, pero, que para la administración educativa de nuestra comunidad no estaban tan claras, ya que todo lo miraban desde un punto de vista economicista y, una vez más, las veían como un gasto y no como una inversión. Esto unido al poco liderazgo mostrado por el Ministerio de Educación, que dejó en manos de las comunidades autónomas decisiones que le hubieran correspondido, hizo que quedase al arbitrio de la Junta de CyL la disyuntiva de elegir entre el uso de mascarillas o el distanciamiento social (distanciamiento que, por otro lado, pasó de un plumazo y por arte de magia de 2 m. a 1,5 m.), cuando cualquier experto tenía meridianamente claro (ya en junio) que era una suma de los dos. Por supuesto, nuestros dirigentes eligieron la medida más barata y conscientemente gestionaron un comienzo de curso que en nada se diferenciaba de el de cualquier otro año: ratios a tope, escasez de profesorado y ni un euro de inversión, más allá de lo gastado en hidrogeles, cartelitos y líneas pintadas en patios y pasillos. Esa aparente improvisación que todos percibimos en el comienzo de curso, desde STELE tenemos claro que ha sido una improvisación consciente, organizada desde la óptica neoliberal del gobierno que dirige esta comunidad, que tiene claro que lo que es de todos y todas no es lo prioritario. 

En esta vorágine de gestiones administrativas dictadas desde los despachos de la Junta (de cara a la galería, la mayoría de ellas), los equipos directivos de los centros asumieron el protagonismo (sobre todo a partir de julio), con la clara intención de organizar un comienzo de curso lo más normalizado posible, a pesar de que un día les llegaban unas instrucciones y al día siguiente las contrarias y todo aderezado por una carga burocrática ingente que en muchos casos se demostró que no servía para nada. Los equipos directivos se convirtieron sin querer y, en muchos casos, sin saber en expertos en prevención de riesgos laborales, en arquitectos, diseñadores, pintores… Desarrollaron durante los dos meses de verano, a costa de sus vacaciones, cualquier trabajo que se le ocurría a la administración, y lo hicieron con el convencimiento claro de que lo prioritario era la salud de su comunidad educativa. Pero, tras tenerlo todo preparado la primera semana de septiembre, la lógica sanitaria de distanciamiento más mascarilla se impuso y tiró todo ese trabajo a la basura. Una vez más las direcciones de los centros (con el considerable cabreo y con algún conato de dimisión no aceptada) tuvieron que empezar de cero y diseñar un inicio de curso en pocos días, teniendo incluso que aguantar desplantes y broncas por parte de la administración, una administración que fue y es la verdadera causante de semejante caos y desorganización. A pesar de todo, el curso escolar 20/21 arrancó, de forma caótica, improvisada, sin profesorado en muchas aulas, sin tener claras las medidas sanitarias…, lo que no hubiera sido posible sin la dedicación abnegada de los equipos directivos y del profesorado que desde el 1 de septiembre se incorporó a su trabajo dejando atrás sus miedos, incertidumbres y preocupaciones.

Ahora, ya plenamente metidos de lleno en el presente curso, seguimos con las mismas incertidumbres y miedos que hace meses y sin tener ni idea de por dónde avanzará la dichosa pandemia, pero tenemos muy, muy claro que si el proceso de enseñanza-aprendizaje sigue su proceso de una forma más o menos normalizada, bien de forma presencial (que es lo deseable) o telemática, lo hará gracias a la labor de la comunidad educativa, profesorado, alumnado, familias, personal de administración y servicios y equipos directivos y a pesar de las y los políticos que gestionan las políticas educativas de CyL.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *